Estoy escribiendo este despotrique sin tener nada claro si voy a publicarlo al final o no, pero al menos así aclaro un poco mis ideas y me me saco el tumulto que se me está generando en la cabeza de la manera más ordenada posible. Hasta ahora, a pesar de tratarse de un tema que me resultaba del todo sustancial, estaba siendo particularmente manso (sin esperar un Reino de los Cielos ni nada que se le parezca) porque, oye, que la gente haga lo que quiera y ya, yo haré lo propio y todos tan contentos cada uno en su casa y Arioch en la de todos. El capítulo que le dediqué en el libro tenía este y no otro tono. Era joven e inocente, casi un niño del verano. Pero es que hay personas que se toman bastante a mal algunas opiniones en este sentido.
Resulta, además, que lo que pensaba en mi inocencia que era un
elemento del todo marginal, por lo visto es algo totalmente
generalizado, mayoritariamente bien visto y que supone ya un ingreso
económico fuera de toda duda para muchas personas. Y pensé, pues
entonces, si está ya generalizado masivamente, ¿Qué problema habrá
en que un yayo tarado se posicione en contra de manera algo más
combativa? Diga lo que diga entonces no les perjudicará lo más
mínimo, sería como que afectara algo en el mundo si alguien
estuviera enfadado porque la electricidad ha acabado con el
romanticismo de leer y amarnos a la luz de las velas, ¿no?
Consistiría tan solo en una prédica de un loco en el desierto al
que solo se le mira para reírse de él y lanzarle dátiles
secos.
Hablo, era evidente, de cobrar por dirigir partidas de rol.
Y, no creáis, estoy teniendo que realizar un ejercicio de introspección complejo para racionalizarlo y tratar de aclarar por qué narices es algo que me molesta tanto y me hace sentir tan mal. He ido tirando (sigo tirando, de hecho) del hilo del malestar que se desplegaba través del complejo laberinto de emociones y pensamientos sin forma definida, a ver si daba con el grueso del ovillo original en el centro, rogando porque no lo custodiara un minotauro que todavía tiene un nivel de desafío mayor del mío.
Quiero que las nuevas generaciones tengan lo
mismo que tuve yo y no que los nuevos que se incorporen piensen que
es algo habitual que se pueda cobrar por dirigir, que piensen que lo
mismo tienen que pagar a alguien para empezar a enterarse de qué va
esta nueva afición tan compleja sin saber que lo realmente bonito es
coger el material, leerlo y tras fliparlo con las infinitas
posibilidades y maravillas que ofrece esté abordado por las ganas de
dirigirle a sus amigos con la mayor brevedad posible. ¿Que cuesta un
poco más? Pues es posible, pero en esta vida las cosas que merecen
la pena merecen también que hagamos un esfuerzo por ellas. Ya
sabéis, el lado oscuro no es más poderoso, es más fácil, más
rápido, pero no más poderoso.
Porque de aquí a “másters para
másters de rol” no puede quedar ya mucho camino.
No quiero que
unos críos a los que les ha llamado la atención esto de jugar al
rol entren en ello sin llegar nunca a saber que hubo otro momento
donde todo esto eran tan solo malos sueños que pensábamos que nunca
nos alcanzarían, como alcanzaron a otros reinos antes de llegar para
conquistar el nuestro, plantar sus cuarteles y acuñar moneda
imperial con la plata de nuestras minas a ras de suelo y que tras su
esquilme han dejado de brillar por las noches logrando que ya nunca
más puedan danzar a su alrededor las hadas.
En
un giro del laberinto me acosa una idea genérica, la pena de que se
acabe monetizando todo, poniéndole precio a cada partícula bella
que pastaba libre en el mundo antes de ser cazada y vendida al peso
al safari de jaulas del capitalismo. Acabaremos sabiendo el precio de
todo y el valor de nada. Porque, buena gente, si algo te lo venden es
porque piensan que no vale mucho, nadie se desprendería de algo
invalorable tan solo por dinero. Y si te están cobrando por algo que
creen valioso, pues eso también dice mucho.
Creo
con firmeza de cenobita (los monjes ascetas, no los demonios de Clive
Barker) que el rol es algo tan impagable como jugar a imaginar con
los amigos con ayuda de dados y papel, ya sea sentados en un salón,
en el suelo, en un garaje, en la cocina de casa de tus padres, en la
mesa de un parque... Y que durante unas horas no exista nada más
porque el mundo en el que vives y por el que te mueves (a pesar de
estar sentados) ha cambiado totalmente. Y lo lamento, pero eso no se
puede monetizar por mucho que se pretenda, como no es posible
monetizar una lluvia de estrellas fugaces, el calor que regala el sol
del invierno, una serena nevada o el olor de la tierra mojada después
de la lluvia. Se monetizará otra cosa, un sucedáneo, que puede
también estar rico, no voy a decir que no, pero que no es para nada
lo mismo.
En
otro de los extravíos del laberinto siento que un DJ de pago es como
si les dijera a sus potenciales clientes: “Esto de dirigir es algo
muy difícil, no puedes hacerlo solo, así que déjaselo a un
profesional” (por cierto, ¿bajo qué epígrafe de autónomos se
pondrá lo de “DJ profesional”). Y os prometo bajo una pila de
“Silmarilions” que dirigir es la parte más divertida del rol,
así como leer y releer el manual y pasarte la semana previa a la
partida preparándotela henchido de gozo pensando en los Pjs y en tus
jugadores. Se le está escamotenado a la gente el solomillo del rol y
encima cobrándoles por ello. Y es que de verdad que es algo
sencillo, todo el mundo que es capaz de jugar llevando a un personaje
es capaz de dirigir, solo tiene que “llevar” a unos pocos
personajes más.
Pues con el ímpetu se me ocurrió un juego literario que consistía en crear un ficticio colectivo llamado CRAM (concilio de roleros anti monetización) y escribir usando la sátira un manifiesto, unas octavillas y hasta unos sonetos satíricos. Con la tontería me salieron varios sonetos (y una silva) y tan solo se los fui enseñando a los colegas. Algunos me dijeron: “Súbelos al blog, es el momento de presentar la batalla cultural y no rendirse. Alguien tiene que hacerlo” otros me avisaban: “Atente a las consecuencias”... Así que todavía no tengo claro qué hacer. Subiré al blog de momento tan solo esta entrada y luego ya veremos.
Gracias por leerme, buena gente.
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ResponderEliminarAdelante , Arturo y a que le pique , que se arrasque!
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con tu planteamiento: hay que evitar que cuaje el mensaje de que dirigir es algo "tan innaccesible que hay que dejarlo a los que saben": eso es matar al rol.
Muchas gracias, Javier.
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