lunes, 21 de octubre de 2024

Manifiesto del CRAM

 Pues, oye, finalmente la gente del CRAM me ha dado permiso (de muy buen grado de hecho) para que suba aquí su manifiesto. Y ahí que va:

Manifiesto del CRAM. Llamada a los dados o a las armas (si no sonara tan bélico)

Hermanos roleros. Hermanas roleras. Os saludamos desde el cúmulo de cuevas que llamamos tanto hogar como escondite, a la luz de las velas, cobijados por pinturas rupestres que nos cantan sus historias. Somos el CRAM: el concilio de roleros anti monetización y sea este nuestro manifiesto un primer paso para que también pueda ser tuyo.
¿Qué es
CRAM?
CRAM significa marcar la diferencia en estos aciagos tiempos porque alguien tiene que hacerlo.
CRAM es valorar tanto nuestro tiempo jugando que no cobraríamos jamás por él.
CRAM equivale a levantar una presa de hojaldre para frenar el maremoto del capitalismo, saber que no lo va a parar, pero no dejar de elevarla cada vez que jugamos.
CRAM es abrazar febriles a la fuerza más poderosa del multiverso, la imaginación.
CRAM simboliza el cuerno de guerra que se oye en los valles y que te saca del trance, porque te han hecho creer lo contrario, pero nada es mejor solo porque pagues por ello.
CRAM no es otra cosa que negarse a que se venda y se compre lo importante
Combatir dragones desde las almenas más altas.
Realizar piruetas mortales pilotando cazas en fecundos campos de asteroides.
Amar a la hija (o al hijo) del posadero con el amor insondable de la primera vez.
Movilizar a la revuelta a los bandidos del bosque para terminar con los tiranos.
Conjurar hechizos imposibles con legajos ilegibles.
Remediar errores del pasado sin cometer otros mientras lo haces.
Arriar las velas de tu barco pirata llegando a puerto.
Mostrar cicatrices en charlas de taberna.
Contar las pocas flechas que te quedan mientras resistes a la horda.
Robar el ojo del liche del milenario templo sin ventanas.
Aventajar a tu enemigo mediante el ingenio que acompaña al desespero.
Morir defendiendo a tus amigos y a la aldea donde naciste.

Nada de lo anterior os lo pueden cobrar porque ha ocurrido siempre y seguirá ocurriendo mientras una forma de vida mire al cielo, contemple las estrellas y desee contar su historia al refugio de una hoguera.
Todos sabemos que los autores de rol no ganan un chelín; las editoriales de rol que ya ni siquiera cubren gastos van cerrando cada vez con más frecuencia; se están sustituyendo ilustradores y traductores por Ias... Llegaremos al momento en que los que cobran por dirigir serán los únicos que vivan del rol. De jugar al rol, más bien.
Si la primera partida de un novato es pagando, el rol nuncá será para él lo que fue para nosotros. Y no deberíamos dejar de hacerlo manifiesto tan solo porque a nosotros no nos afecte.
Creemos sinceramente que cobrar por dirigir es la bomba retardada en los, no tan fuertes como nos afanábamos, cimientos del rol. Tras ello nada volvera a ser lo mismo. Ya no lo está siendo de hecho, mientras respiramos, los hechos se reescriben.
Es el momento de aferrar los dados para salir a contar historias y lograr que el dinero se avergüence de haber intentado asaltar nuestra casa por la puerta de atrás dando por hecho que le haríamos la cama.

Lee tus libros de un tirón en un voraz arrebato.

Disfruta como nunca preparando tus partidas durante días.

Dirige a tus amigos sus juegos favoritos de la manera que prefieran.

Sortea las zarzas de monedas y billetes que se esconderán en tu sendero.

Imagina. Tan solo imagina.

Porque todos, directores y juagadores, jugamos a lo mismo.

Y no entres en su juego, ya que tenemos a mano un juego infinitamente mejor. El juego de rol.

CRAM. Eres uno de nosotros en el momento en que lo quieres.




domingo, 20 de octubre de 2024

Desahogo sobre temas importantes

Estoy escribiendo este despotrique sin tener nada claro si voy a publicarlo al final o no, pero al menos así aclaro un poco mis ideas y me me saco el tumulto que se me está generando en la cabeza de la manera más ordenada posible. Hasta ahora, a pesar de tratarse de un tema que me resultaba del todo sustancial, estaba siendo particularmente manso (sin esperar un Reino de los Cielos ni nada que se le parezca) porque, oye, que la gente haga lo que quiera y ya, yo haré lo propio y todos tan contentos cada uno en su casa y Arioch en la de todos. El capítulo que le dediqué en el libro tenía este y no otro tono. Era joven e inocente, casi un niño del verano. Pero es que hay personas que se toman bastante a mal algunas opiniones en este sentido.

Resulta, además, que lo que pensaba en mi inocencia que era un elemento del todo marginal, por lo visto es algo totalmente generalizado, mayoritariamente bien visto y que supone ya un ingreso económico fuera de toda duda para muchas personas. Y pensé, pues entonces, si está ya generalizado masivamente, ¿Qué problema habrá en que un yayo tarado se posicione en contra de manera algo más combativa? Diga lo que diga entonces no les perjudicará lo más mínimo, sería como que afectara algo en el mundo si alguien estuviera enfadado porque la electricidad ha acabado con el romanticismo de leer y amarnos a la luz de las velas, ¿no? Consistiría tan solo en una prédica de un loco en el desierto al que solo se le mira para reírse de él y lanzarle dátiles secos.
Hablo, era evidente, de cobrar por dirigir partidas de rol.

Y, no creáis, estoy teniendo que realizar un ejercicio de introspección complejo para racionalizarlo y tratar de aclarar por qué narices es algo que me molesta tanto y me hace sentir tan mal. He ido tirando (sigo tirando, de hecho) del hilo del malestar que se desplegaba través del complejo laberinto de emociones y pensamientos sin forma definida, a ver si daba con el grueso del ovillo original en el centro, rogando porque no lo custodiara un minotauro que todavía tiene un nivel de desafío mayor del mío.


Quiero que las nuevas generaciones tengan lo mismo que tuve yo y no que los nuevos que se incorporen piensen que es algo habitual que se pueda cobrar por dirigir, que piensen que lo mismo tienen que pagar a alguien para empezar a enterarse de qué va esta nueva afición tan compleja sin saber que lo realmente bonito es coger el material, leerlo y tras fliparlo con las infinitas posibilidades y maravillas que ofrece esté abordado por las ganas de dirigirle a sus amigos con la mayor brevedad posible. ¿Que cuesta un poco más? Pues es posible, pero en esta vida las cosas que merecen la pena merecen también que hagamos un esfuerzo por ellas. Ya sabéis, el lado oscuro no es más poderoso, es más fácil, más rápido, pero no más poderoso.
Porque de aquí a “másters para másters de rol” no puede quedar ya mucho camino.


No quiero que unos críos a los que les ha llamado la atención esto de jugar al rol entren en ello sin llegar nunca a saber que hubo otro momento donde todo esto eran tan solo malos sueños que pensábamos que nunca nos alcanzarían, como alcanzaron a otros reinos antes de llegar para conquistar el nuestro, plantar sus cuarteles y acuñar moneda imperial con la plata de nuestras minas a ras de suelo y que tras su esquilme han dejado de brillar por las noches logrando que ya nunca más puedan danzar a su alrededor las hadas.


En un giro del laberinto me acosa una idea genérica, la pena de que se acabe monetizando todo, poniéndole precio a cada partícula bella que pastaba libre en el mundo antes de ser cazada y vendida al peso al safari de jaulas del capitalismo. Acabaremos sabiendo el precio de todo y el valor de nada. Porque, buena gente, si algo te lo venden es porque piensan que no vale mucho, nadie se desprendería de algo invalorable tan solo por dinero. Y si te están cobrando por algo que creen valioso, pues eso también dice mucho.
Creo con firmeza de cenobita (los monjes ascetas, no los demonios de Clive Barker) que el rol es algo tan impagable como jugar a imaginar con los amigos con ayuda de dados y papel, ya sea sentados en un salón, en el suelo, en un garaje, en la cocina de casa de tus padres, en la mesa de un parque... Y que durante unas horas no exista nada más porque el mundo en el que vives y por el que te mueves (a pesar de estar sentados) ha cambiado totalmente. Y lo lamento, pero eso no se puede monetizar por mucho que se pretenda, como no es posible monetizar una lluvia de estrellas fugaces, el calor que regala el sol del invierno, una serena nevada o el olor de la tierra mojada después de la lluvia. Se monetizará otra cosa, un sucedáneo, que puede también estar rico, no voy a decir que no, pero que no es para nada lo mismo.

En otro de los extravíos del laberinto siento que un DJ de pago es como si les dijera a sus potenciales clientes: “Esto de dirigir es algo muy difícil, no puedes hacerlo solo, así que déjaselo a un profesional” (por cierto, ¿bajo qué epígrafe de autónomos se pondrá lo de “DJ profesional”). Y os prometo bajo una pila de “Silmarilions” que dirigir es la parte más divertida del rol, así como leer y releer el manual y pasarte la semana previa a la partida preparándotela henchido de gozo pensando en los Pjs y en tus jugadores. Se le está escamotenado a la gente el solomillo del rol y encima cobrándoles por ello. Y es que de verdad que es algo sencillo, todo el mundo que es capaz de jugar llevando a un personaje es capaz de dirigir, solo tiene que “llevar” a unos pocos personajes más.


Pues con el ímpetu se me ocurrió un juego literario que consistía en crear un ficticio colectivo llamado CRAM (concilio de roleros anti monetización) y escribir usando la sátira un manifiesto, unas octavillas y hasta unos sonetos satíricos. Con la tontería me salieron varios sonetos (y una silva) y tan solo se los fui enseñando a los colegas. Algunos me dijeron: “Súbelos al blog, es el momento de presentar la batalla cultural y no rendirse. Alguien tiene que hacerlo” otros me avisaban: “Atente a las consecuencias”... Así que todavía no tengo claro qué hacer. Subiré al blog de momento tan solo esta entrada y luego ya veremos.

Gracias por leerme, buena gente.


Manifiesto del CRAM

 Pues, oye, finalmente la gente del CRAM me ha dado permiso (de muy buen grado de hecho) para que suba aquí su manifiesto. Y ahí que va: Man...